LA MIRADA DE LA FE. "BODAS O BODAS DE ORO". RAMON BOGAS

 ¿Boda o bodas de oro? ¿Qué nos gusta más? Esa era la pregunta que nos hacíamos un grupo de amigos la otra noche. Como era de esperar había opiniones para todos los gustos. Las bodas de jóvenes tienen esa pasión enamorada y el entusiasmo por recorrer un camino juntos. Rebosan juventud, belleza, alegría y toda una vida por delante. Pero el peligro que tiene esa joven pareja es creer que todo va a ser un jardín de rosas. Vendrán muchas tormentas, llegará el hastío y el aburrimiento, los problemas económicos y la dificultad de la convivencia. El reto estará en saber cuidar ese amor fiel cada día.


Las bodas de oro representan al amor leal y probado. Saben a fidelidad, madurez y a la sabiduría de superar muchas dificultades juntos. Reflejan la alegría de tener compañía al final del camino, pero pueden olvidar que un día su corazón vibró apasionadamente. El riesgo será entrar en una rutina sin “chispa”, un amor demasiado oxidado que se olvide de las risas y complicidades que un día tuvieron.
Ambas tienen en común (y si no, nada funciona) que un día tuvieron una experiencia de amor, un flechazo que les hizo temblar las piernas. Es lo que los expertos llaman el “MOMENTO FUNDANTE”. Nadie se embarca en un proyecto así (matrimonio, consagración o sacerdocio) sin estar borrachos de amor. Ese instante será la gasolina para poder superar dificultades, vencer la difícil monotonía y la testaruda realidad que siempre se empeña en aguarnos la fiesta.
En la fe pasa algo similar. Contemplábamos a Pedro, Santiago y Juan subiendo al Monte Tabor. Allí tuvieron un “chute” de fe, un encuentro con Jesús transfigurado que marcaría toda su vida. Y el Maestro sabe que van a necesitar coger fuerzas, porque lo que les queda por vivir en Jerusalén va a ser muy duro: traiciones, decepción, dolor por la muerte del amigo… Sólo habiendo experimentado ese encuentro fundante es posible llegar hasta el final.
Suele decir mi obispo Antonio: “Si la fe no es una historia de amor, es una idolatría”. Y por eso relaciono hoy bodas con fe. El peligro del recién convertido es creer que siempre estará arriba, pero habrá momentos de sequedad en los que parece que el corazón no vibra en la oración y en la que te decepciona la iglesia. Por el contrario, la tentación del creyente “experto” será olvidarse de que un día sintió algo muy grande en su corazón al encontrarse con Jesús. En común, los dos deberán tener (y recordar) ese momento en el que Dios los sedujo y cayeron completamente en sus brazos.
Pasión y seguimiento fiel. Amor primero y lealtad en la vida cotidiana. Ese es el equilibrio al que estamos llamados los “enamorados”. Que nunca olvidemos, en el quehacer cotidiano, que un día vibró nuestro corazón por aquella persona amada y por Jesús de Nazaret.
Ramón Bogas Crespo
Director de la oficina de comunicación del obispado de Almería

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