CAMINOS DE MISERICORDIA

 


Esta Semana Santa, como todos los años, se cuela en nuestras vidas a un ritmo trepidante. Las hermandades sacan de sus almacenes, armarios y vitrinas todo el ajuar necesario para procesionar por nuestras calles. Los costaleros y costaleras ponen a prueba su resistencia cargando bloques de hormigón. Grupos de adultos y jóvenes sacan brillo y vuelven a insertar en su sitio estandartes, insignias, llamadores, candelabros, preseas, incensarios y navetas, enseres de todo tipo y las lujosas vestiduras del Señor, de la Madre y de todos los que les acompañan. Las bandas afinan sus últimas marchas procesionales. Se estudian los adornos florales para engalanar cada paso. Velones y faroles, cera y luz, dan vida a cada imagen. Se vuelven a sacar las túnicas y las mantillas, de las arcas y los armarios, guardadas el año anterior con tanta delicadeza. Las autoridades y los cuerpos de seguridad estudian los recorridos de esa marcha triunfal tan llena de color, unción y pasión para que transcurra con la debida paz y sosiego. La agrupación de hermandades y cofradías vigila los detalles para que todo salga a la perfección. Es como un revolotear de abejas en su tarea por servir a la reina.

Tanto amor derramado no puede ser por cualquier trivialidad sin fundamento. Este venerable esfuerzo tiene que estar muy bien cimentado. Estoy seguro que cada persona que acompañáis a nuestra Señora, a Jesús en los últimos momentos de su vida terrena, a Pedro, Santiago y Juan, a las Santas Mujeres, a José de Arimatea y Nicodemo, …. a la Verónica, no lo hacéis solamente por seguir la tradición de vuestros mayores, sino que, como ellos, anidáis en vuestro corazón, al menos, los rescoldos de la llama de la fe.

Ya lo veis, todos los pasos son iconos de la misericordia, todos ellos nos miran a los ojos suplicándonos clemencia y ternura. No hacemos con ellos un cántico al sufrimiento, sino a la compasión. La misericordia, no me canso de repetirlo, es la esencia de Dios. Si aprendiéramos todos, unos creyentes y otros no, durante nuestras procesiones a crecer en misericordia: en ternura, clemencia y piedad, estoy seguro que nos adentraríamos a transitar por los caminos del Evangelio. Que tanta belleza estética nos ayude a mirar en profundidad, que se nos adecuen los ojos a mirar con los ojos de Dios y podamos ser personas contemplativas. Y que nuestra vida y nuestras acciones sean consecuentes con nuestra mirada de fe y nuestro corazón de samaritanos, de verónicas, de apóstoles del Señor, para dar la vida a los demás (aunque no sean de nuestra fe, nuestro pueblo, nuestra familia…) Esto fue lo que hizo que los primeros cristianos se extendiesen tan rápidamente por el mundo, porque eran hijos de la Resurrección, y transitaban los caminos de la misericordia.

¡Santa y feliz semana de pasión, muerte y resurrección de Cristo!

Antonio, vuestro obispo

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