LA MIRADA DE LA FE. "UNA ESPINITA CLAVADA". RAMON BOGAS

 Todos tenemos una espinita clavada, una cuenta pendiente con algún hecho del pasado. Puede ser algo que sucedió hace mucho tiempo o recientemente, pero si cerramos los ojos o cuando menos lo esperamos vuelve a surgir aquel dolor, aquel desencuentro u ofensa. Hemos querido pasar página, hemos rehecho nuestra vida (¡no quedaba otra!) pero ahí sigue la espinita clavada en el alma. Es, vamos a decirlo claro, nuestra CUOTA DE RENCOR.


El fuego del rencor solo se apaga con el PERDÓN. Ese acto de valentía y altura espiritual por el que dejamos atrás ese resentimiento que carcome (y del que somos cautivos de alguna manera) para dar paso a la aceptación de lo sucedido y así poder seguir avanzando en la vida. Es un proceso difícil que requiere tiempo y paciencia y que no se resuelve en un acto voluntarista de un minuto. De hecho, perdonar no es decir que no existió la ofensa ni despachar lo sucedido con un “no te preocupes, no ha pasado nada”. Sí ha pasado, y no puedo resolverlo sólo con la “excusa” de que soy muy bueno y cristiano” y por eso te perdono.

El proceso del perdón comienza con el reconocimiento de la herida. Nos duelen las cosas, no somos de hierro. Una vez reconocido, lo más aconsejable es compartir esa herida con alguien para aligerar el peso emocional. Ese amigo de confianza, ese acompañante espiritual, esa persona que te quiere bien y te sirve de espejo.

En el proceso del perdón, también es necesario intentar comprender al ofensor. Sus antecedentes, sus circunstancias, las características de su personalidad… siempre en búsqueda de la dignidad de esa persona que, en nuestra opinión, se equivocó o extralimitó. Me impresionó leer que Jesús no solo llevó en sus hombros a la oveja perdida, sino también al lobo manchado con la sangre del cordero. Oveja y lobo, a los dos los salvas.

Por último, y más importante para los creyentes, meterse en la LÓGICA DEL PERDÓN DEL PADRE. Dios va repartiendo toneladas de misericordia cada mañana. Y nosotros somos rácanos a la hora de perdonar. Nos lo recordaba la parábola que leíamos la semana pasada (Mt 18,21-35). Jesús nos recuerda la memoria tan corta que tenía el protagonista de la historia. Le habían perdonado 10000 talentos y se negó a perdonar 100. Así somos nosotros, a veces, desmemoriados con todo lo que Dios, la vida y los demás nos han perdonado.

Señor, Tú nos regalas el perdón. No nos pides negociarlo. No pides intereses ni nada a cambio. Nos ofreces el perdón de nuestra deuda contigo. Solo nos pides que perdonemos como también Tú y los nuestros nos perdonan. Eres así de generoso. No somos hijos tuyos al veinte o al setenta por ciento. Siempre al cien por cien.

Ramón Bogas Crespo

Director de la oficina de comunicación del obispado de Almería

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