LA MIRADA DE LA FE. "YO HE VENIDO AQUÍ A HABLAR DE MI LIBRO" .RAMÓN BOGAS

 Ya es historia de la Televisión. En una tertulia conducida por Mercedes Milá, el famoso escritor y columnista Francisco Umbral interrumpe la conversación y empieza a gritar: “A mí me has dicho por teléfono que venía aquí a hablar de mi libro. Estamos acabando el programa y de mi libro no se ha hablado para nada”. Aunque no todos somos tan toscos como el célebre escritor, en el fondo, TODOS QUEREMOS HABLAR DE NUESTRO LIBRO.


He observado que en cualquier conversación si uno comete la “torpeza” de preguntar cómo te va, qué tal la salud o cómo van tus hijos, puedes esperar sentado a que esa persona acabe y te pregunte algo sobre ti. Se nos pasa el tiempo volando hablando de nuestras cosas y al ritmo de una tortuga cuando tenemos que escuchar. Tengo la experiencia de haber compartido viajes de 7 días con compañeros a los que amablemente les he preguntado por sus vidas y quehaceres y al final del trayecto he pensado: “No sabe ni en qué parroquia estoy, nunca me lo preguntó”.

Eso se llama EGOCENTRISMO: considerarse el centro del mundo y pensar constantemente en uno mismo. Dicen los psicólogos que es una etapa propia del desarrollo de los niños, pero si no se produce un adecuado crecimiento emocional y espiritual, en la edad adulta puede convertirse en un problema. La persona madura tiene que haber desarrollado la empatía, el saber preocuparse por los demás y tener la capacidad de poner al otro y sus problemas en el centro. Es cierto que, en alguna mala racha, necesitamos ser escuchados, que nos merecemos un “ratico” de atención, pero cuando no somos capaces de ver al otro y sus problemas permanentemente, tenemos un serio problema de inmadurez y egocentrismo.

La puerta para entrar en ese desarrollo espiritual se llama HUMILDAD. Esa capacidad de descentrarse de uno mismo (¡No eres tan importante!) y poner al otro en el centro. Olvidarse de tu ego panorámico y tener la grandeza de espíritu de poner a otros en un lugar destacado de tu atención. En este tiempo de Adviento resuenan las palabras de Juan el Bautista: «Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias” (Mc 1,8). En Juan reconocemos al que sabe poner a Jesús en el foco “sin darse el pisto”, como dicen los jóvenes. Dar un paso atrás para que el otro de un paso al centro es una actitud por imitar del mayor de los profetas del Adviento.

Hoy, Señor, te pido cultivar una sana humildad (que no auto-humillación) que me permita reconocer los dones de los demás y dar la importancia que tienen sus vidas. Quiero reconocer que estoy necesitado de Dios y de los demás y que así, caminando juntos, escuchándonos unos a otros, seremos capaces de construir lazos más sanos de relación interpersonal. Me apunto a tu club, Juan Bautista. Y aunque, a veces, me sorprenda hablando demasiado de mi libro, que sea capaz de dar ese pasito atrás para que Jesús y su Reino se coloquen en el centro.

Ramón Bogas Crespo

Director de la oficina de comunicación del obispado de Almería

Comentarios