“Es su primer signo…“
Juan (2,1-11):
En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: «No les queda vino.»
Jesús le contestó: «Mujer,
déjame, todavía no ha llegado mi hora.»
Su madre dijo a los sirvientes:
«Haced lo que él diga.»
Había allí colocadas seis tinajas
de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una.
Jesús les dijo: «Llenad las
tinajas de agua.» Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les mandó: «Sacad ahora
y llevádselo al mayordomo.»
Ellos se lo llevaron. El
mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los
sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio
y le dijo: «Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos,
el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora.»
Así, en Caná de Galilea Jesús
comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en
él.
El verdadero Israel ve la insuficiencia y la
tristeza de la situación en que se encuentra el pueblo (no tienen vino, es
decir, amor) y la expone al Mesías. Sabe que éste ha de inaugurar una
época nueva, la del amor y el gozo, pero no conoce el momento ni la manera como
va a llevar a cabo su misión. Y nosotros, partícipes ya de la nueva alianza,
¿bebemos ya el vino nuevo de su amor, o seguimos con el agua/ley de un
compromiso rancio y envejecido?
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