TENEMOS QUE VOLVER A MISA Carta a los diocesanos

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Queridos diocesanos:

La pandemia que hemos vivido confinados en casa, soportando los momentos de mayor intensidad con grave preocupación ante un posible contagio, ha terminado por recluir a muchos fieles cristianos en sus casas. Sobre todo, a las generaciones mayores, que siguen siendo asiduas en la práctica religiosa y un verdadero ejemplo de fe mantenida con temple contra las agresiones y las dificultades. Dicho de otro modo, a pesar de los obstáculos con los que tropieza la práctica de la religión en una sociedad muy secularizada en la que la caída de la práctica religiosa no se compadece con el entusiasta afloramiento de los sentimientos religiosos en las manifestaciones procesionales de la Semana Santa y en las fiestas patronales de ciudades y poblaciones, grandes y chicas, a lo largo y ancho de todo nuestro país.

El coronavirus no ha podido impedir la muy notable participación virtual en la Misa y celebraciones religiosas que los medios de comunicación y redes sociales han retransmitido, llevando la liturgia y la piedad devocional a los hogares en los que la religión es parte sustantiva en la vida de sus moradores.

Sin embargo, la naturaleza de la liturgia cristiana no permite su disolución en sus múltiples retransmisiones. La liturgia católica, por su misma condición, es de carácter sacramental, lo que requiere la presencia de la comunidad celebrante y no sólo la del oficiante o presidente de la celebración discretamente ayudado por algún acólito o asistente. En la comunidad celebrante se expresa sacramentalmente el cuerpo místico de Cristo que recibe el don de la salvación, lo cual acontece en virtud de la celebración de la cual toman parte activa la comunidad congregada.

En la proclamación de la Palabra de Dios y la entrega del don sublime de la vida divina a los congregados en la comunión eucarística no puede ser suplido, la ausencia de los fieles no puede ser suplida por el voto o el deseo de participar vivamente en la comunión sacramental. Es verdad que, ante la imposibilidad de la presencia física en las celebraciones de la fe, el deseo vivo de tomar parte en ellas sostiene la comunión espiritual, que tanto valor tiene para mantener la vida cristiana y alentar en cada uno de los fieles el deseo de tomar parte en la sagrada liturgia. En este sentido el deseo es ya manifestación de la voluntad de intentar salvar las dificultades existentes para lograr la presencia en las acciones sagradas en las que se nos entrega la prenda de la salvación; es decir, en los sacramentos y, particularmente, en la Eucaristía, en la cual es Cristo mismo a quien recibimos. Lo expresa bellamente el oficio del Corpus Christi compuesto por santo Tomás de Aquino:

“¡Oh sagrado banquete,
en que Cristo es nuestra comida,
se celebra el memorial de su pasión,
el alma se llena de gracia
y se nos da la prenda de la gloria futura!”[1].

La congregación de los fieles en torno a la mesa de la Palabra y a la mesa de la Eucaristía es tan importante para la vida cristiana, porque a la Eucaristía, dice el Vaticano II, tiene toda la acción misionera y evangelizadora de la Iglesia, ya que la sagrada liturgia, es «la cumbre a la cual tiende la acción de la Iglesia y, al mismo tiempo, la fuente de donde mana toda su fuerza»[2]. Por esto mismo, precisa el Concilio, que «los otros sacramentos, así como todos los ministerios eclesiásticos y obras de apostolado, están íntimamente trabados con la sagrada Eucaristía y a ella se ordenan»[3]; y es que, agrega todavía en el mismo lugar, «en la santísima Eucaristía se contiene todo el bien espiritual de la Iglesia, a saber, Cristo mismo, nuestra Pascua y Pan vivo por su carne, que da la vida a los hombres, vivificada y vivificante por el Espíritu Santo»[4].

En la retransmisión de las celebraciones litúrgicas, los sacramentos vividos en imagen ayudan a la comunión espiritual y mantienen cohesionada en torno a la acción sagrada de la Misa y de los sacramentos la vivencia espiritual de la fe. Es verdad, y el auxilio que los medios de comunicación y redes sociales han prestado a los cristianos durante los momentos más duros de la pandemia así lo demuestran. Estos medios son un gran don de la ciencia y acercan el núcleo de la fe a cuantos visionan estos actos religiosos, que pueden ofrecernos tanto el anuncio y la proclamación de la palabra de Dios como la celebración de los sacramentos. Sin embargo, la liturgia cristiana no es reducible a la visión de la imagen, ha de ser experiencia sacramental, vivencia participativa física y presencial.

La gravedad de la pandemia nos llevó a dispensar del precepto dominical y festivo, y ahora, llegada la hora del retorno, hemos levantado la dispensa, recordando la obligación de los fieles cristianos de tomar parte en la santa Misa. Para que no dejemos de acudir a la iglesia cada domingo y fiesta de guardar la ley universal de la Iglesia nos lo recuerda en sus cánones[5]. Así, pues, hemos de volver a Misa.

Sí, volvamos todos a la iglesia parroquial a encontrarnos con los hermanos en la común participación de la acción sagrada de nuestra salvación; y para encontrarnos con aquel que sostienen y da fundamento a nuestra comunión:  el Señor presente en el altar y en los sacramentos de nuestra fe. Volvamos también no sólo para tomar parte en los actos comunitarios, sino privadamente para experimentar ante el Sagrario de nuestra parroquia que Jesús sacramentado está presente allí, testigo y acompañante de nuestra fe, alivio de nuestros dolores y sufrimientos y oyente permanente de nuestras cuitas, plegarias y súplicas. Él acoge siempre como Mediador único ante el Padre nuestra alabanza y petición, nuestra acción de gracias y súplica de perdón y misericordia.

En nuestra iglesia están las imágenes amadas de la santísima Virgen María y de nuestros hermanos más ejemplares, los santos que constantemente interceden por nosotros unidos a Cristo. Sí hay que volver a la iglesia parroquial con las debidas precauciones contra la infección, siguiendo las normas de las autoridades sanitarias, guardando las distancias recomendadas y demás observaciones al caso, pero sin miedo y confiadamente acercándonos al “trono de la gracia” para vivir con conciencia clara que formamos parte de la comunión de los santos y esta comunión se expresa visiblemente en la asamblea litúrgica.

Con mi afecto y bendición.

Almería, a 11 de julio de 2020. Fiesta de San Benito, Patrono de Europa

+ Adolfo González Montes, Obispo de Almería

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