LA MIRADA DE LA FE. "EL PORTAZO". RAMON BOGAS

 Cuando discutimos perdemos los estribos. Cuántas veces hemos tenido que presenciar (con una mezcla de vergüenza ajena y un “que me trague la tierra”) a una pareja discutir o a un hijo pelear con una madre. También nosotros hemos sido protagonistas de muchas discusiones airadas. Se sube el tono y se lanzan palabras hirientes traspasando, más de una vez, esas líneas rojas que nunca debieran sobrepasarse. Pero, si hay un gesto que detesto, que casi roza la violencia es el de salir dando un portazo. Retumban las paredes y se hace un atronador silencio. El que permanece dentro de la habitación se queda boquiabierto y el que se marcha sale con una sensación de aparente victoria. Al final, los dos salieron perdiendo. El portazo es el mejor símbolo del fracaso de la comunicación.


El castellano nos ofrece una inmensa variedad de expresiones con el término “puerta” que son perfectas para expresar lo que quiero contar. “Que te den con la puerta en las narices”, por ejemplo, expresa ese rechazo que duele. A veces, hemos sido nosotros los que hemos negado que una persona entrara en nuestra vida sin darle una oportunidad. También está al que “se le cierran todas las puertas” y se le niegan todas las oportunidades. Con ello, se le obstruirá toda posibilidad de demostrar lo que vale, lo que puede hacer y llegar a ser.

En cambio, hay otros dichos con “puerta” que saben a gloria. “Gracias a él se me abrieron todas las puertas”. No hay mejor halago. Es la persona que propicia oportunidades, que allana caminos, que sirve de nexo para unir y colaborar. Y mi preferida: “Tienes las puertas de mi casa abiertas para lo que quieras”. Cuando te dicen esto, sientes que te regalan un amor incondicional, un hogar de descanso y acogida. Un amigo para la escucha y la comida compartida.

El evangelio de Juan dice que Jesús es LA PUERTA. Es la puerta que abre y nadie cierra. Es oportunidad de encuentro y de comunicación. Es el que teje relaciones, el que da vida y convierte cada encuentro en una oportunidad de crecimiento. Es el que abre el Pórtico de la Gloria e intercede ante al Padre bueno. Es la puerta al Amor. El que te hace feliz si cruzas su portal y dejas atrás tantos malos rollos en los que, a veces, nos metemos cuando cerramos algunas puertas.

Señor, que no sea portazo sino puerta. Que no cierre caminos, sino que las sepa abrir para que entre en mi vida aire fresco. Que mi casa sea casa de puertas abiertas para mucha gente, especialmente si están heridas o rotas. ¡Qué aprenda a ser como Tú! Encuentro, oportunidad, diálogo. Y que, frente a esa dinámica humana de entradas sin salida, me sume a esa dinámica divina de abrirlas hasta el infinito, hasta ese lugar donde me esperas con los brazos y las puertas abiertas.

Ramón Bogas Crespo

Director de la oficina de comunicación del obispado de Almería

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