HOMILÍA DE DESPEDIDA DE D. ANTONIO GÓMEZ DE LA DIÓCESIS DE TERUEL

 “Gracias a los que día a día habéis rodeado mi vida, los cotidianos, los cercanos, los que me habéis cuidado con esmero”
Querida Comunidad de hermanas y hermanos:
Como he oído decir a D. Vicente Jiménez, el arzobispo que me ordenó de obispo: “el corazón sangra por donde ama”. Hace 4 años y cinco semanas me dirigía a vosotros como vuestro obispo. Y dije que era “vuestro” porque os pertenecía en cuerpo y alma, y debía olvidarme de mi, incluso de mis propios planes, para ser realmente de vosotros. Antes de seguir y, quiero que sea lo primero, mi recuerdo y mi oración por todas las personas que han sufrido a causa de la pandemia que nos asola.
Por este tiempo, que he pasado con vosotros, como el pastor en medio del rebaño, no puedo más que dar gracias a Dios y a cada uno de los que formáis esta querida diócesis, y también a los que nos rodean, pero que sin ser del todo creyentes hemos hecho muy buenas migas, por todo lo que hemos compartido, por la cultura que hemos promovido, por los diálogos profundos que hemos mantenido.
Sabéis que, desde el primer momento, os alenté a ser comunidad y a no vivir, como esas personas que sólo adoran su propia espiritualidad, a veces en contra de otros, olvidado que todos somos el Cuerpo de Cristo, y que la diversidad forma parte intrínseca de este cuerpo, donde hay muchos miembros y cada uno actúa para el bien de todos. Si olvidáramos esto no somos de Cristo. Esto no lo digo por ser obispo, que también, sino porque lo decía ya en la parroquia de san Lázaro de Palencia, de donde vine a esposarme con esta comunidad diocesana.

Comentarios