LA MIRADA DE LA FE." LOS PANES PRESTADOS". RAMON BOGAS

 Cuando voy a ver a mi madre, me encargo de hacerle la compra. Venía de Mercadona cargado hasta los dientes con bolsas y más bolsas. Conforme me acercaba al portal de casa, solo podía pensar en que las llaves estaban en el fondo del bolsillo del pantalón vaquero, y que no sabía cómo iba a hacer para sacarlas sin desparramar toda la compra por el suelo. Pero, justo cuando me detenía para disponerme a hacerlo, vi que mi vecina del sexto cruzaba corriendo el paso de cebra de enfrente de casa con el carrito de su bebé mientras me enseñaba sus llaves y me hacía señas para que no tuviera que sacar las mías.

Qué tontería, ¿verdad? Pero podría no haberlo hecho. Podría no haberse pegado la carrera y haber llegado tranquilamente sin despeinarse, o incluso podría haberse hecho la loca y haber aminorado el paso. Pero ella decidió apostar por un EXCESO DE AMOR.

Normalmente vivimos en la lógica de “los panes prestados”: devuelvo lo que recibo y doy sabiendo que voy a percibir algo a cambio. Me hace gracia esa dinámica de las pandillas en las que invitas al cumpleaños a los que te han invitado previamente y regalas más o menos por el importe con el que has sido regalado. También ocurre con los velatorios: “fulanito o sultanita estuvo en el de mi padre y tengo que devolver esa atención”. Es la dialéctica de la reciprocidad.

En cambio, me emocionan esos pequeños gestos de exceso de amor como el de mi vecina. Dice el “loco” del Maestro que ame a los que me odian y que le dé la túnica a quien me quite la capa (Lc 6, 27-29). ¡Acabáramos! Yo con sacar un “aprobadillo” raspado en cristianismo me conformo.

Pero a lo mejor es que no le hemos entendido bien. No se presenta la oportunidad de morir en la cruz todos los días, pero sí que podemos pensar un poco en los otros, adelantarnos a sus necesidades, incumplir de vez en cuando las férreas reglas de la reciprocidad y regalar “sin más” parte de lo que somos y tenemos a los demás. Es decir, cometer pequeños excesos de amor como los de mi vecina del sexto.

Hoy, Señor, te pido no vivir siempre con la balanza encendida. Que habrá tiempos en los que tenga que poner más y otros en los que necesite que me mimen desmedidamente. Que me lance a invitar a otra ronda” (película danesa que denodadamente recomiendo) sin esperar a que luego me tocará a mí. Así, porque me da la gana, gratis y excesivamente. Porque creo que eso huele a evangelio, a tu ejemplo de entrega de amor excesivo y rebosante.

Ramón Bogas Crespo

Director de la oficina de comunicación del obispado de Almería

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