LA MIRADA DE LA FE. "LA PALANCA". RAMON BOGAS

 En mi pueblo se le dice “enfaoso” a un pesado. A esa típica persona que está siempre erre que erre, machaca que machaca: “Mira que mal haces esto; no te das cuenta que así no se hacen las cosas; a ver si cambias…”. Permanentemente, señalamos a los demás lo que está mal y tiene que cambiar. Nos convertimos, de esa manera, en insistentes correctores del pariente, de la parienta, del vecino o del presidente del gobierno.


Seguramente, sin ser conscientes, estamos mandando un mensaje. Si cambias (a mi manera de ver las cosas, claro), te querré. Ponemos condiciones y algunas veces hasta ultimátums: “O corriges eso que no me gusta, o ya no me junto” (como decíamos cuando éramos niños). Desgraciadamente, desde mi experiencia (y eso dicen los psicólogos), he descubierto que regañar, amenazar, dar la vara, NO CAMBIA NADA. Solo machaca y aburre. De hecho, algunos (como un servidor) somos de los que pensamos: “Cuanto más me lo digas, menos lo voy a hacer”.  Es una cierta resistencia numantina.

La palanca más potente que hace que cambiemos es el amor. No puedes salvar a las personas, solo puedes amarlas. Serán ellos, los que con su motivación, sus ganas de superarse y tu apoyo incondicional cambien.  Y aquí, amigos, el orden de los factores es importante. La ecuación no es “si cambias, te querré”, sino “te quiero y ese amor será la motivación para ese cambio que tendrás que hacer”. Nuestra misión no será la de ser los irritantes correctores, sino la de mirar el mundo con amor. Cuando lo hagamos, las cosas cambiarán, las personas se sentirán amadas y se transformarán.

Para eso, nuestro Jefe era un crack. No pedía antecedentes penales, ni certificados de buena conducta. Al contrario, cuanto más pecador, más excluido, peor visto por la sociedad… Más abrazos, más comidas compartidas, más amor. Por ejemplo, Zaqueo. Antes de que dijera una palabra, Jesús ya estaba auto-invitándose a su casa, amando sin condiciones. Y Zaqueo, lleno de alegría y sintiéndose aceptado tal como es, CAMBIA: «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituiré cuatro veces más». De tanto amor recibido, se le caía el dinero de las manos. También el dinero robado.

Ahora me toca a mí (y a tí) cambiar el chip. Descubrir que machacar, señalar defectos permanentemente, corregir incesantemente a los que queremos no construye, no aporta, no hace cambiar nada. Nuestra mirada tendrá que transformase al estilo del Maestro para amar sin condiciones, sin prejuicios, con la confianza plena en lo que el otro es capaz de hacer por sí mismo. Esa mirada amorosa le ayudará a armarse de fuerzas, sentirse amado y CAMBIAR. Porque recuerda que la palanca más potente que hace que cambiemos es el amor.

Ramón Bogas Crespo

Director de la oficina de comunicación del obispado de Almería

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