LA MIRADA DE LA FE. "MURMURAR". RAMON BOGAS

 Todos murmuramos. A veces, de temas livianos: “Mira qué zapatos más feos lleva la fulana”, otras, de cosas más serias. Lo hemos integrado como parte de nuestra vida, procurando quitarle importancia. Y la tiene. Santo Tomás decía que murmurar era más grave que robar, porque a la persona objeto de la murmuración se le arrebata algo tan importante como su reputación, su dignidad. Y después, ¿quién podrá devolvérsela?


Muchas veces, todo se inicia como un juego, como una broma. Alguien propone un tema y nos vamos “calentando”. Se produce una cierta complicidad en el grupo y empezamos a tener la sensación de que hay barra libre. Comienza la fiesta. Decía San Bernardo que la murmuración era como una lengua de víbora que de un golpe hiere a tres personas: el murmurado, el que oye y el murmurador.

Y es que, si no existieran oyentes o cómplices, no existirían los murmuradores. A veces, somos lo que empezamos, otras los que escuchamos y reímos las gracias, y otras (aunque de esas no nos enteremos) los murmurados. Al final, estamos echando basura al mundo y juzgando a los otros sin que nos hayan dado vela en el entierro. Y todo eso poniendo paños calientes: “No es criticar, es referir” (que decían las viejas en los pueblos).

Hoy me atrevo a daros dos consejos (por supuesto que van dirigidos también a un servidor). El primero es huir de la persona que murmura. Porque remueve la porquería y solo por esto nos tendría que dejar de parecer gracioso, porque tenemos capacidad parar reírnos de otras cosas. Por ejemplo, empezar por nosotros mismos.

Para el segundo, invoco al Maestro: “No hagas a los demás, lo que no te gustaría que te hicieran a ti”. Seguro que nos pondríamos hechos una Hidra al enterarnos de lo que van diciendo de nosotros. Pues así de sencillo. Si no te gusta que te lo hagan a ti, no lo hagas a los demás. Con o sin razón. Da igual.

Termino con uno de mis grupos ochenteros favoritos, el Ultimo de la Fila. Cantábamos a voz en grito: “Si lo que vas a decir, no es más bello que el silencio, no lo vayas a decir”. Y eso ahora no solo quiero cantarlo, si no vivirlo. Ayúdanos, Señor, a controlar la lengua, a descubrir que no tiene ninguna gracia la murmuración. Que digamos cosas bonitas y resaltemos de los demás lo mejor de ellos. Que pintemos de buen tono la vida y dejemos que sea Dios quien juzgue, que a nosotros se nos queda muy grande. Que tengamos el arrojo de ser “cortafuegos” en muchas de las conversaciones que puedan herir la reputación, el buen nombre de otros. Y que, como Tú, siempre tengamos palabras de Vida en nuestra boca.

Ramón Bogas Crespo

Director de la oficina de comunicación del obispado de Almería


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