LA MIRADA DE LA FE. "MIEDOTERAPIA". RAMON BOGAS

 El miedo es una respuesta emocional necesaria para garantizar la supervivencia. Nos advierte de peligros y nos impulsa a afrontarlos. Todos tenemos miedos. Los más frecuentes: hablar en público, quedarse solo, miedo al cambio… Aunque los gurús más modernos de la autoayuda lo denostan, tener miedo es algo normal. Estamos hechos así de “fábrica”.


Pero hay que distinguir entre el miedo RACIONAL, el que se fundamenta en hechos objetivos y el miedo IRRACIONAL, aquel que es fruto de tu imaginación, el que te lleva a suponer posibles desastres con escasa o nula probabilidad de ocurrir.  Si vamos conduciendo por una carretera de noche, y te sobreviene una tormenta de nieve, el miedo racional te avisa que tienes que moderar la velocidad o incluso apartarte en el primer sitio posible hasta que amaine.

En cambio, el miedo irracional se apodera de nosotros, nos sabotea, nos paraliza. Nos obliga a estar permanentemente en tensión con esas vocecitas que te repiten: “No salgas, no viajes, no dejes a los niños salir, no te arriesgues, no afrontes ese nuevo reto…”. Son esos miedos que te obligan a no salir de la zona de confort y, lo más dramático, que no te dejan VIVIR CON PLENITUD.

En estos días de Pascua estamos leyendo las apariciones de Jesús. Y con distintos personajes y en diversos lugares, los relatos tienen en común unas palabras que siempre se repiten: “No tengáis miedo”. Jesús hace de terapeuta. Les ayuda a abrir su entendimiento, a calmar sus tempestades y a volver a la vida que había sido paralizada por el miedo irracional. Y eso les llena de alegría.

También, como aquellos palestinos del siglo I, nosotros tenemos miedo. Y no pasa nada. Pero los creyentes sentimos en muchas ocasiones una PAZ PROFUNDA que solo puede venir de algo o Alguien más grande que nosotros. Tenemos la suerte de que, en muchos momentos importantes de la vida, se nos ha “aparecido” Jesús calmando nuestros temores y regalándonos paz.

A veces, Señor, como en aquella primera Pascua, sentiremos miedo. Como las mujeres cuando llegaron al sepulcro, como los discípulos encerrados y aterrados. Pero siempre unas manos heridas y tiernas (las tuyas) se abrirán delante de nosotros y nos abrazarán. Y un susurro imperceptible nos dirá al oído con cariño: “No tengas miedo, no te quedes parado. Búscame y me encontrarás”.

Ramón Bogas Crespo

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