LA MIRADA DE LA FE. "OTRA RONDA". RAMON BOGAS

 Una pandilla de jóvenes entra en un restaurante. Recién sentados sacan sus móviles y abren una APP que les va a calcular cuánto pagará cada comensal según haya comido. Nada de dividir entre todos, a escote. A los que peinamos canas nos resulta un poco frio y calculador, pero, sin duda, están anticipándose a un problema que luego surgirá: esa sensación de que uno ha pagado de más (el vino caro que no bebió, el chuletón que se zampó fulanico…). Y es que siempre creemos que damos (o pagamos de más).


Eso ocurre también en las relaciones interpersonales. Que levante la mano quien no cree que está dando más de lo que recibe. Tiene gracia preguntar a dos miembros de una pareja quién es más generoso en el amor. El misterio estriba en que, en la mayoría de los casos, los dos piensan que están dando más que el contrario. ¡Paradojas de la vida!

La reciprocidad es el proceso por el que se busca obtener un beneficio mutuo, el equilibrio entre dar y recibir. Pero la búsqueda de esa reciprocidad es siempre frustrante. Al final, solemos llegar a la conclusión de que estamos siendo “tontos” y estamos entregando lo que no recibimos. Cuando la balanza se desequilibra, llegamos a tirar la toalla y nos replanteamos el hecho de seguir dando tan generosamente. En ese momento en el que se desborda el vaso, comienza el mal rollo y la frustración.

Una espiritualidad madura y sana comienza por cuidarse y cuidar, evitando poner como condición recibir la misma cantidad a cambio. La satisfacción de dar a los demás tendría que ser el único motivo que nos mueva a hacerlo. Y, con el tiempo, la reciprocidad vendrá y será un regalo si evitamos esa tortura de medir cuando no se cumple o se cumple de una manera distinta a la que pensamos. LIBRES PARA DAR, AGRADECIDOS PARA RECIBIR, sería un buen lema.

Todos estos tejemanejes se quedan muy pequeños para el Jefe. Son las hechuras humanas quienes tejen estas reciprocidades. Él fue, es y será VIDA ENTREGADA. Paseábamos estos días el CORPUS por nuestras calles y decíamos que era el CORPUS CHRISTI. Y yo pensaba: “No, es el Cuerpo entregado de Cristo”. Es la vida entregada por amor hasta la muerte, el vivo ejemplo de la gratuidad.

Y ¿nosotros? ¿Tendremos que darle algo a cambio? ¿Funciona la reciprocidad con Él? Pues yo creo que sí. Pero, libremente, sin medidas. Alabando, agradeciendo, adorando, amando, buscando la justicia, siéndole fiel… Eso sí, tengo la certeza de que no medirá con precisión matemática, no sacará la calculadora, no abrirá la APP para calcular lo entregado y gastado. Me da a mí que el Jefe es como aquellos hombres “de antes” que gritan una y otra vez: ¡OTRA RONDA!

Ramón Bogas Crespo

Director de la oficina de comunicación del obispado de Almería

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